Después de la pérdida de un hijo o una hija tenemos muchas dudas e interrogantes. Hemos dicho que cada duelo es único pero hay mucha similitud en las sensaciones y sentimientos. No hay respuestas inmediatas; poco a poco y durante el proceso de duelo las vamos resolviendo. Es en los grupos donde nos damos cuenta que no somos los únicos y es allí donde, hablando y escuchando, las vamos resolviendo.
Estas son algunas de las tantas preguntas que muy posiblemente te has hecho:
¿Por qué me pasó esto a mí? R: Te pasó a ti, me pasó a mí, y les pasa a muchos padres. Y todos nos hacemos la misma pregunta. Tal vez porque al principio creemos que somos los únicos, o que nuestro dolor es único. Todos sentimos que no nos merecemos que esto nos haya pasado. Y te pregunto, y quién sí? Ningún ser humano querría ver morir uno de sus hijos. Pero ocurre, y no podemos hacer nada para cambiarlo. Y es eso lo que más nos duele, lo que más perfora nuestra alma. Que no pudimos evitarlo y que no hay reversa. Mientras más tiempo dediquemos a hacernos esta pregunta, lo cual es parte del proceso de duelo, más nos iremos dando cuenta que las respuestas pueden bloquear el siguiente paso que es, si esto me pasó a mí, y no lo elegí, ahora qué voy a hacer? Con ello damos lugar a una etapa de elecciones donde sí podemos elegir: repararnos, transformarnos, reconstruirnos y aprender a ser mejores personas. R: En mi caso personal no me he preguntado por qué me pasa algo, bueno o malo. Trato de no compararme con otras personas en todos los aspectos de la vida y actualmente siento que aún con la nostalgia por la ausencia física de mi hijo, su muerte, así como su vida, me hicieron conocer aspectos de mi misma que de otra forma no hubiera conocido. R: Cuando se produce la muerte de mi hija, no entendía cómo una niña con todos sus proyectos y su vida apenas empezando, se marchaba, sin darme la “oportunidad” de evitarlo. Muchos interrogantes nos aparecen en ese momento pero ninguno nos da la respuesta que quisiéramos escuchar: Tú hija está viva. Después entenderemos que ese ¿Por qué? No tiene respuesta y nos enfocaremos en el ¿Para qué? Que sí nos ayuda a resolver muchas dudas. |
¿Esto es muy duro, será que si puedo con esto? R: Siempre he dicho: Se me desarmó mi vida. Me tocó empezar a armar mi corazón pieza por pieza, pero siempre faltará una: Mi Samuelito. Él cambió la cuna por estrellas, mis brazos por la luz de la luna… Mi hijo brilló y brillará siempre. Cada vez que lo recuerdo… vive. Es demasiado duro. Me vi en hueco sin salida. Días muy tristes pero aprendí que mi hijo no se iba convertir en mi verdugo, porque a pesar de los pocos días que estuvo conmigo pude sentir el sentimiento más hermoso. Me dejaste Samuelito una misión y tú memoria será honrada todos los días de mi vida. Gracias hijo te amo. Te llevare siempre en mi corazón. R: Es lo primero que uno piensa cuando pierde un hijo pero la verdad el tiempo y el amor a ese hijo que ya no está lo hace a uno más fuerte para sobrellevar este dolor tan grande también la compañía de personas que ya han pasado por eso lo ayudan a seguir adelante y a aceptar este triste trance. R: Lo primero que uno tiene que hacer al momento de perder un hijo es aceptar su perdida y es donde viene el trabajo duro. “Salir de esto”, la cuestión no es tanto salir sino sobrellevar ese dolor y hacer algo cada día para poder sobrellevarlo, el tiempo lo cura todo pero con acciones, no parado esperando que simplemente pase, es lo que hacemos cada día para poder “salir de esto”. R:Claro que sí, es la prueba más difícil, pero hay que vivirla, más no sufrirla. Vivir quiere decir que no nos convirtamos en víctimas, porque ellos no son nuestros verdugos. |
¿Me voy a quedar así?, Sigo llorando. ¿Hasta cuándo va a ser esto? R:Cada quien requiere un tiempo determinado, ¿cuánto?, no se sabe. Lo importante es tener pendiente que si es algo que no va disminuyendo con el tiempo, debemos recurrir a ayuda profesional. R: En el duelo por la muerte de mi único hijo, la profunda tristeza inicial, esa tristeza que no me permitía siquiera pensar o decir que él había muerto, sin estallar en llanto, pasó. Creo que fue alrededor de un año después, o un poco menos. Después de cinco años lloro en ocasiones muy personales, a veces relacionadas con aniversarios, otras con situaciones que pueden ser o muy felices o muy tristes, o a veces sin alguna causa real lloro, pero no me siento mal por eso, es totalmente normal y hasta saludable poder desahogarse con el llanto. R: No me voy a quedar así.Esa decisión la tome cuando entre a Lazos porque quería salir a delante y sacar a mi familia adelante aunque incompleta pero aun así habían más que necesitaban de mi amor y afecto, y si me doy el derecho de llorar por que las lagrimas son sanadoras aunque ya no con la frecuencia de antes. He transformado el dolor, en más amor hacia mis pequeñitos que ya no están. Esto es una cicatriz que nunca se borra. R: En mi caso, el dolor nunca se ha ido, pero me he podido integrar a la sociedad de una mejor forma, no me siento excluido, ni avergonzado, ni apenado, compartir el dolor que llevo adentro fue fundamental para aprender a seguir caminando. |
¿Estaré perdiendo la cordura? R: En los primeros días de mi duelo creo que si perdí la cordura; de hecho hay algunos días y hechos que se borraron de mi memoria. En ocasiones creo ver a mi hijo en la calle o escucho una voz parecida a la de él, pero soy consciente de su muerte y de que esa realidad no va a cambiar. Sigo adelante, haciendo muchas cosas en su honor y en su memoria. R: Si lo llegue a pensar pero ver a otras personas que salen adelante me hizo volver mejor persona y aver que esto es normal ante una perdida tan grande. R: En mi caso siempre perdí la cordura en mi cabeza, pensaba cosas terribles, pero fue el compartir con personas que sufren lo mismo lo que me ayudo a recobrar mi actitud, volver a ser yo. Claro está que nunca volveré a hacerlo, considero que soy mejor que antes. |
Tengo mucha rabia con Dios, ¿es normal? R: Generalmente cuando estamos en duelo por la muerte de un hijo(a), nos sentimos con ganas de pelear contra todo y ello incluye a Dios, o la idea que tengamos de un ser superior. Y esa necesidad de pelear, nace de la necesidad de que algo o alguien me de explicaciones y respuestas a lo ocurrido. Y es que nos hemos relacionado con Dios desde tantas creencias insanas, que hacen que necesariamente peleemos con El. Por ejemplo se nos dice que la muerte de nuestro hijo(a) es una prueba de Dios, o que las cosas ocurrieron porque Dios así lo decidió, o porque no teníamos suficiente fe. Tal vez se nos dijo que si rezábamos lo suficiente, nuestros hijos estarían protegidos y salvos. Que si éramos buenos, nada malo nos iba a ocurrir. Bajo estas creencias, cómo no vamos a pelear con Dios?. Desde mis limitaciones como mamá, y desde mis absurdas creencias, yo también peleé con Dios y me sentí abandonada, desprotegida, descompensada. Pero luego de revolcarme en el vacío y la angustia, me encontré con la verdad que sólo el espíritu en comunión con el universo es capaz de descubrir. Y a través de esta frase que me encontré y que hoy les comparto, recobré en el amor mi encuentro con ese ser superior: “El Dios en el que yo creo no me manda el problema ni la muerte de mi hijo, sino la fuerza para afrontarlo, superarlo y salir fortalecido”. Mientras tu encuentras tu verdad, permítete pelear, que Dios, o como quieras llamarlo es inmensamente amoroso y sabrá entender tu dolor, para acogerte y sostenerte mientras vuelves a caminar por ti mismo. R:Nunca tuve ni he tenido rabia con Dios aunque en mi familia, por ejemplo, mi hijo la tuvopor largo tiempo. Entiendo a los padres que han pasado por esto y la tienen; creo que es un sentimiento bastante generalizado. Lo importante es que quien la tiene logre con ayuda y trabajo superarla. |
No he desbaratado su cuarto, ¿es normal? R: Para nosotros es normal mantener su cuarto lo hemos convertido en un lugar de regocijo y meditación. R: Nosotros mantuvimos su cuarto sin ningún tipo de cambio hasta que empezamos a aceptar que nuestra hija había muerto y su regreso no era posible. Poco a poco fuimos revisando sus pertenencias y las empezamos a organizar muy lentamente, buscando darles el uso más cercano a lo que ella hubiera deseado. Cuando hicimos la celebración de uno de sus cumpleaños -dos años después de su muerte- mi esposa invitó a sus compañeros(as) de universidad, primas y amigas con el fin de obsequiarles alguna de las cosas que ellos(as) seleccionaran y estuvieran dispuestos a darle un uso amoroso en homenaje a nuestra hija. R: Es normal si así lo siente, pero si esto se convierte en una tortura, es mejor, por lo menos cambiar de lugar las cosas. |
¿Me cambio de casa? R: ¿A qué le temes? ¿al recuerdo allí vivido? lo que vivimos al lado de nuestros hijos es como una película grabada en un casette, no importa el escenario. Su proyección siempre va a ser la misma. R: Cuando nos invaden el dolor, la angustia y la desesperación ante la muerte de un hijo(a), sentimos que el pecho se nos rompe y que no cabemos en ninguna parte. Y quisiéramos salir corriendo, lejos, donde nada se asocie a lo que acaba de ocurrir. Pensamos que si cambiamos de trabajo, de casa, de país, de amigos, el dolor va a desaparecer. Tal vez la casa donde compartimos con el hijo(a) que murió, esté cargada de recuerdos, de historias. Pero también es cierto que nuestro corazón y lo más profundo de nuestra alma están impregnados, desde la gestación, de su esencia, de su presencia, su risa, su mirada, sus abrazos…. Y eso no lo podemos arrancar por más que cambiemos de casa. Y aunque no se puede generalizar, ya que en algunos casos la muerte de ese hijo(a) ocurrió en circunstancias trágicas, o porque existen amenazas que pongan en riesgo la vida de los demás familiares, que hacen que el cambio de casa sea necesario, la mayoría de las veces, es importante quedarnos y asumir la ausencia. Este es un camino que nos ayuda a darnos cuenta del no regreso, y aunque doloroso nos permite transformar su ausencia física por presencia espiritual. Si en algún momento queremos cambiar de casa, que sea por otras razones y no por la muerte de nuestros hijos. Huir es la mejor forma de encontrarnos con el dolor. R: A todos los padres nos pasa lo mismo en el momento que sufrimos la pérdida de un hijo(a) y es el querer huir y desaparecer. Lo primero que pensamos o lo que gente nos ”aconseja” es cambiar de vivienda creyendo que con esto el dolor va a ser menor. Yo tuve la suerte de pertenecer a un grupo de Lazos, dónde uno de los papás nos compartió su testimonio sobre el error que él había cometido al vender su apartamento en un precio muy bajo creyendo que con esto su dolor disminuiría y al estar en su nueva vivienda, éste se acrecentó al no contar con sitios que le recordaran los hermosos momentos vividos con su hijo desaparecido. Lo mejor darnos el tiempo necesario para tomar alguna decisión. R: Los recuerdos son los que mantienen vivos en nuestro corazón a nuestros hijos. Aunque se cambie de vivienda es inevitable recordar. |
Me da mucha tristeza ver fotos de mi hijo(a) ¿es normal? ¿Qué hago? R: Es natural que sintamos tristeza al ver fotos de ese ser querido que ya no está con nosotros, pero si lo hacemos constantemente esa tristeza se diluye, si las esquivamos u ocultamos será un impacto negativo volverlas a ver. R: No solo tristeza me producía el solo pensar en ver alguna de las fotos de mi hija. Me causaba pánico, un temblor y un desespero terrible en todo mi cuerpo, que solo quería gritar y llorar. Pasados unos 18 meses, empecé a hacerle “coquitos” a una foto grande que mi esposa había colocado frente a la cama del dormitorio principal y poco a poco la fui enfrentando, hasta llegar el momento de mirarla de frente para saludarla y enviarle muchos besitos. |
Me da envidia ver a otras “familias completas”, ¿esto cambiará? R : La envidia es una sensación incómoda producida por la emoción de sentirnos en desventaja frente a otros, y que muy pocas personas están dispuestas a asumir. Cuando perdemos a nuestro hijo(a), nos sentimos en desventaja frente a quienes no lo han perdido. Nos colocamos en un lugar de inferioridad ante otros. Y ese lugar de inferioridad nos hace sentirnos y actuar como víctimas. Es como si hubiéramos hecho algo mal, o estuviéramos untados de algo que nos hace diferentes. Es la sensación de estar incompletos, y que lo que ocurrió, no es justo. La envidia aparece de la mano con el resentimiento y es una reacción propia del duelo. Nos corresponde como dolientes tomar una opción: alimentarla y hacer que eche raíces en nuestro corazón ó asumirla y recibirla amorosamente mientras dure, para luego dar lugar a la adaptación que nos permite honrar el destino de quien falleció aunque no lo entendamos como quisiéramos. R: Si a veces es inevitable sentir eso pero no es una envidia mala hacia la gente si no la impotencia de no tener a nuestros hijos a no tener toda la familia completa que a veces en algunas ocasiones si se extrañan esos momentos de amor y fraternidad, pero sin llegar a dañar el momento con los que nos quedan por que igual son parte de nuestro mundo y ser, además merecen todo el amor también y ahora que tengo otra razón de ser que es Martín no quiero desperdiciar cualquier momento de amor con él. R: Pregunta complicada porque alrededor de nosotros siempre existe una persona con un hijo de la misma edad, que estudiaba lo mismo o que tenÍa el mismo gusto de la música que el de nuestros hijos, amigos del barrio, cantidad de situaciones que desgraciadamente comparamos, lo único que me ayudó fue mi esposa, las reuniones de Lazos y aceptar un futuro que nunca será, piense lo que piense. |
¿Por qué no me sueño con él o ella? R: Creo que si soñar con ellos lo que nos va a producir es dolor y más sufrimiento, no lo vamos a lograr. Los sueños se pueden programar, pero sin obsesión. El último sueño que tuve con mi hijo sentí que no volvería a vivir esa escena maravillosa, que era nuestro último encuentro y hasta el momento ha sido así. |
¿Dónde estará mi hijo(a)? R. Mi Samuelito está en mi corazón… por siempre. R: Todos nos hacemos esa pregunta, si somos creyentes pensaremos que están con Dios,si no los ubicaremos en ningún lugar, lo ideal es que estén dentro de nosotros. R: Nuestra hija está siempre con nosotros pues su amor nos obliga a ser cada día mejores para algún día llegar a la luz donde estamos seguros ella está. |
¿Qué debo hacer para tener paz y fortaleza? R: El camino del duelo es largo y difícil, pero hay que caminarlo para tener paz. Demostrar los sentimientos es signo de fortaleza, jamás de debilidad. R: Vivir la vida y darle un SÍ a pesar de todo. Lo aprendí en lazos. R: En mi caso particular no aislarme, es decir, estar rodeada del cariño y apoyo de mi familia, de mis amigos, compañeros de trabajo y de diferentes actividades que realizo, me ayudó sobremanera. El apoyo de la Fundación Lazos fue fundamental. Además de las reuniones del grupo pude participar en diferentes conferencias y seminarios que me permitieron comprender variados temas relacionados con la muerte de mi hijo. Documentarme me hizo mucho bien. Así mismo poner toda mi voluntad en recuperarme, en participar en actividades culturales, artísticas y deportivas que me agradan y ser voluntaria de causas que siento afines a mi corazón y a mi personalidad, me han ayudado a vivir en paz y armonía conmigo misma. |
¿Cuándo buscar ayuda profesional y de quién? R: El duelo es un proceso largo y doloroso que tiene un recorrido por el que hay que transitar. Este recorrido pasa por períodos de soledad, tristeza, desesperación, ansiedad, rabia, etc… Si en algún momento nos damos cuenta que estos u otros sentimientos están bloqueados o estamos como empantanados en ellos, y nos frenan en nuestro proceso es posible que necesitemos ayuda profesional. Lo más aconsejable es acudir a un psicólogo especializado en duelo. También podrías intentar acudir a un grupo de autoyuda o ayuda mutua. Si crees que lo necesitas, no dudes en buscarlo. R: De acuerdo con mi experiencia personal, cada persona reacciona de una forma diferente. Personalmente acudí de inmediato a mi médica de confianza, quien por medio de la medicina homeopática me apoyó. Escuché a mi propio interior, a mi propia alma verbalizándola petición de ayuda, hice uso de todas mis reservas de voluntad para proponerme a recuperar mi ánimo. |
Yo estoy asistiendo sola al grupo, ¿qué hago con mi esposo? R:Con frecuencia creemos que lo que es bueno y acertado para nosotros, lo es para los demás. Se nos olvida también que cada persona está en un momento y circunstancia de su duelo, diferente al de su pareja. Y que cada uno maneja estilo de afrontamiento y estrategias de superación diferentes. Sé que puede angustiarte que tu estés avanzando por asistir al grupo y pienses que tu esposo no, y te gustaría que él se beneficiara lo mismo que tu. Dale tiempo, tal vez cuando él perciba tus cambios le interese asistir. Y si no, aunque te parezca extraño, tus progresos de alguna manera se verán reflejados en él; tú podrás transmitirle con tu actitud nuevas formas de superar el dolor y la confianza de que, sí es posible salir fortalecido tras la muerte de un hijo .Confía en que tu pareja dispone de recursos, sus recursos, que irá descubriendo para ayudarse. Si no crees en él, lo invalidas y le haces creer que no será capaz de encontrar formas para salir del dolor cuando llegues de tus reuniones, cuéntale qué te ha ayudado, qué has aprendido de los demás, que has descubierto a partir del compartir con otros padres, y de ese modo lo estarás ayudando. Evita presionarlo para que haga lo que tu consideras que es mejor. Muchas personas se resisten a compartir en público su dolor y sus lágrimas y se sienten mejor en otras actividades más privadas. Otras personas no quieren expresar sus emociones delante de su pareja, ya sea para protegerla o porque no quieren mostrarse frágiles. Cualquiera que sea la razón, lo más importante es respetar la elección que el otro haga. Será una forma de mostrarle tu amor respeto y confianza. R: Pienso que al igual que el duelo, la asistencia a los grupos es una decisión personal. He notado que la mayor parte de los hombres, creemos que somos más “fuertes” y podemos enfrentar nuestro dolor sin ningún tipo de ayuda. La actitud de la pareja debe ser muy amorosa y compartirle todas aquellas cosas que considere válidas en su recuperación, de manera que cuando él note ese cambio de actitud y ese afrontamiento del duelo, seguro que por su propia decisión, va a optar por asistir. |
¿En quién se puede apoyar una madre que pierde a su único hijo? R: En un grupo LAZOS, por ejemplo, o en cualquier obra o proyecto que le de un sentido a su vida y que enriquezca la memoria del hijo que murió. R: De acuerdo a mi experiencia a mi me ayudo asistir a la fundación Lazos, donde encontré un espacio para expresar cada sentimiento, rodeada de personas maravillosas. |
¿Queremos tener otro hijo, ¿es conveniente? R: Esto depende de cada cual. En mi caso si quería tener otro hijo y para mí fue muy conveniente. Claro está que nos dimos nuestro tiempo para hacer nuestro proceso de duelo, para que no interfiriera con el amor que le tenemos a nuestro nuevo hijo y el miedo de perder el amor y el recuerdo de los otros. Ésta decisión da un respiro de amor y surgen de nuevo las ganas de volver a hacer fuerte y tener por quien luchar. |
Qué hacer si no se pueden tener más hijos? R: Valorarse a sí mismo y darle un sentido a la vida. |
¿Cómo ayudar al único hijo que me queda? R: Acompañándolo, compartiendo con el los sentimientos, teniéndolo en cuenta en las decisiones que se tomen y demostrándole lo que lo quiere. |
¿De qué manera puedo ayudar a mis hijos a superar la muerte de su hermano (a)? R: Creo que es importante para los padres, en primer término, expresarle en forma sencilla y amorosa a los hijos sobrevivientes, cómo nos sentimos como padres a raíz de la pérdida; dejarles saber que los seguimos amando igual aunque nos encuentren ausentes en muchos momentos, por nuestro dolor. No debemos ignorarlos ni pensar que el dolor nuestro es lo único que importa, pues los dejamos solos y ellos nos necesitan. R: Continuar amándolos igual que antes y aprovechar para tener más acercamiento con ellos para expresarles ojalá verbalmente cuánto los amamos. Recordemos que ellos son tan importantes para nosotros como la que se fué. En nuestro caso él nos ha ayudado con mucha madurez y cuando él flaquea estamos listos a apoyarlo. |
¿Qué hacer cuando el hijo que queda vivo, queda con sentimientos de culpabilidad y busca castigo sin ser culpable? R: Hay que hablarle que nadie es culpable de la muerte de alguien que ama. Eso iba a suceder y nadie tiene el control. Comparta con el niño los sentimientos. Lloren juntos y sobre todo demuéstrele mucho afecto. |