Jorge Rueda, papá de Manuela del Alma, nos envía una carta como un homenaje a su memoria.

19 de Enero 1995

19 de Enero 2025

Antes y ahora, tu eternidad

 TREINTA AÑITOS ATRAVESANDO EDADES, ROMPIENDO DIMENSIONES

 Mí Manuelita del Alma, mí brujita inconclusa, mi pequeña lagartija, mi amada pajarita, en eso te pasaste esta vida reciente acá entre nosotros, en eso has permanecido, rompiendo los tiempos toda la eternidad. Y sigues llenando el infinito con la luz de tu sonrisa, de tus bendiciones

Te llamaste Eduardo

Siempre te contamos que siempre fuiste amada, pues junto con tu madre te quisimos desde el instante mismo en que concebimos la bendita idea de traerte al mundo. Ya en la panza de mamá te contamos que te llamarías Eduardo como sentido homenaje al grande Eduardo Galeano. Y como Eduardo te contábamos y te cantábamos, hasta que una tarde luminosa, la tecnología le dijo a mamá que serías una niña. Fui inmensamente feliz cuando lo supe. Fue una primera y temprana transmutación.

Y luego tu nuevo bautizo. En una larga lista de nombres mamá aportó Manuela que me encantó por su sonoridad y su vigor implícito y también por Manuelita Sáenz la Libertadora del Libertador y además por Manuela Beltrán nuestra heroína comunera. Más tarde en una íntima reunión de amigos, Tu mí ardillita, como tema recurrente de conversación, pensando en amarte más, me brotó del corazón el “del alma” y así llegaste al mundo con tus ojitos abiertos mí Manuelita del Alma.

El médico que te recibió al escuchar tu nombre para el registro, afirmó con certeza “con ese nombre no necesita apellidos” y así fue, los trascendiste, eran una nimiedad para tu grandeza. El día de tu nacimiento la Pacha Mama se estremeció con un fuerte temblor en Bogotá

Mami, papi, tengo un poemita

Solo necesitaste cuatro añitos para asombrarnos

 “Me gustan tus ojos

 Cuando te beso

 Tu mirada me parece

 Cómo una luna de sol”

Quedamos atónitos, impactados. No pude contenerme y rompí a llorar. Y de ahí en adelante seguiste inventando floretas y mil cosas más, sencillas y profundas como todo lo tuyo, mi pequeña lagartija

Papi, yo conozco a Pacha la loca

De pequeñita te narraba historias y un medio día recostados los dos en la cama te refería vivencias de mí infancia feliz en Zapatoca y te conté que le tenía mucho miedo a Pacha la loca

Y Tú, sin inmutarte me dijiste: “Papi yo conozco a Pacha la loca”

Y continuaste, “Es una viejita chiquita y huesuda con el pelo blanco muy largo y tiene un solo diente”

Intrigado por lo exacto de la descripción te dije: Mijita, sígueme contando como era Pacha

 -Papi, tiene un sombrero negro y roto que no tiene……

 Y  con tu manita hiciste el ademán indicando el ala del sombrero

– Manu me estás asustando. Vámonos- Te grité mientras te alzaba en mis brazos y corrimos hasta el comedor donde estaba mamá. Quince años más tarde en Naguanagua Venezuela, me develaste el secreto

 

Transmutación prolongada al medio día

El destino me había despedazado el corazón cuando nos separó y quince años más tarde viniste a visitarme a la montaña mágica donde vivimos con Mary en Naguanagua Venezuela.

Y un día cualquiera, también al medio día, sentados en un sofá, Tú y yo mí Manuelita, a dos metros donde Mary preparaba el almuerzo, conversábamos, debatíamos y de pronto con absoluta tranquilidad empezaste a decirme:

“Te acuerdas Papo (ya me habías asignado ese nombre de profundo afecto), ¿te acuerdas del incidente que vivimos cuando niña en Bogotá sobre Pacha la loca?”

-Claro Mijita que me acuerdo-

“Papo yo te la describí a Pacha tal como era, porque ella estaba ahí en el dormitorio donde me contabas su historia”

Te escucho atónito y tú, impasible, me sigues hablando y me cuentas de tu viaje astral programado con la chamana mayor en el México profundo en donde conociste en el algodonal a mí madre, tu abuela Ana Mercedes y me contaste que te dijo que estaba allá cuidándome pues había muchos peligros y que yo tenía todavía misiones muy importantes que realizar, la más importante de todas, ser tu padre

Y de pronto atendiendo tu relato, veo que te transformas, que te transfiguras y tu rostro es por momentos el de una joven india de cabello al hombro, Tu lo tenías bien largo para entonces y continúas hablando y lo único que no te cambia es tu boca ni el tono de tu voz y yo te digo

 -Que te pasa Hija, tu rostro está cambiando-

Y Tú, sin inmutarte no me respondes y continúas hablando y me trasmites serenidad y paz y yo sigo observándote en tus cambios lentos pero seguidos de joven india a Manuela del Alma y te incorporas y te colocas junto a mí que también me he incorporado del sillón y me dices con una mezcla de ternura y de brillante energía: “Padre, BENDÍCEME”

Y ahí sí, sorprendido por lo inesperado de tu petición, te coloco mis manos sobre tus hombros y te digo  con la pureza más grande que alguna vez se haya anidado en mí alma

-Manuelita del Alma, mí pequeño colibrí, te bendigo ahora y para siempre en nombre de la energía del universo de la que haces parte fundamental, en el nombre sagrado de nuestra Pacha Mama, te bendigo en nombre de los dioses de la sabana, Hija mía, te bendigo hoy y para siempre-

Y nos abrazamos y sin aspavientos terminamos un hecho trascendental al que nunca te volviste a referir en la vida a pesar de mí insistencia. Tiempo después te escribí el relato de ese momento sagrado y lo llamé “Has regresado Carmen Castro, la chamana mayor” y tal como te conté, me refería a tu bisabuela paterna, chamana indígena muy reconocida en su tiempo

Ahora que has dado este nuevo salto trascendental, ahora que continúas atravesando edades, a pesar de que tengo el alma rota mí Manuelita del Alma, mí brujita inconclusa, mi pequeña lagartija, voy a dejar de llorar y de gritar mí profundo dolor para, tal como dicen nuestros ancestros africanos, no empaparte tus alitas con mis lágrimas y pueda yo mortificar tu vuelo

Perdóname mí Niñita está debilidad de mí infinita tristeza

Papo